sábado, 4 de junio de 2011

Llamamiento de Ezequiel

 Oí una voz  que me decía: “Tú, hombre ponte de pie, que te voy a hablar.” Mientras aquella voz me hablaba, entró en mí el poder de Dios, e hizo que me pusiera de pie Entonces oí que la voz que me hablaba seguía diciendo: “A ti, hombre, te voy a enviar a los israelitas, un pueblo desobediente que se ha rebelado contra mí.

 Ellos y sus antepasados se han levantado contra mí hasta este mismo día. También sus hijos son tercos y de cabeza dura. por eso te voy a enviar a ellos, para que les digas: ‘Esto dice el Señor.’ Y ya sea que te hagan caso o no,pues son gente rebelde, sabrán que hay un profeta en medio de ellos.  Tú, hombre, no tengas miedo de ellos ni de lo que te digan, aunque te sientas como rodeado de espinos o viviendo entre alacranes.

No tengas miedo de lo que te digan ni te asustes ante el gesto de su cara, por muy rebeldes que sean.Tú comunícales mis palabras, tanto si te hacen caso como si no, pues son muy rebeldes. Atiende bien lo que te digo y no seas rebelde como ellos. Abre la boca y come lo que te voy a dar.”

 Entonces vi una mano extendida hacia mí, que tenía un escrito enrollado.  La mano lo desenrolló delante de mí. Estaba escrito por ambos lados: eran lamentos, ayes de dolor y amenazas me dijo: “Tú, hombre, cómete este escrito y ve luego a hablarle a la nación de Israel.”Abrí la boca y él me hizo comer el escrito. Luego me dijo: “Trágate ahora este escrito que te doy y llena con él tu estómago.”

Me lo comí, y me supo tan dulce como la miel.Entonces me dijo: “Ve y comunica al pueblo de Israel lo que tengo que decirle.o no te envío a un pueblo que habla una lengua complicada o difícil de entender, sino al pueblo de Israel. No te envío a naciones numerosas que hablan idiomas complicados o difíciles, que no entenderías. 

Aunque, si yo te enviara a esos pueblos, ellos te harían caso. En cambio, el pueblo de Israel no querrá hacerte caso, porque no quiere hacerme caso a mí. Todo el pueblo de Israel es terco y de cabeza dura.Pero yo voy a hacerte tan obstinado y terco como ellos.Voy a hacerte duro como el diamante, más duro que la piedra. No les tengas miedo ni te asustes ante el gesto de su cara, por muy rebeldes que sean.”

Luego me dijo: “Escucha atentamente todo lo que te voy a decir y grábatelo en la memoria. Ve a ver a tus compatriotas que están en el destierro y, tanto si te hacen caso como si no, diles: ‘Esto dice el Señor.’ ”

 Entonces el poder de Dios me levantó, y detrás de mí oí un fuerte ruido, como de un terremoto, al levantarse de su sitio la gloria del Señor.El ruido lo hacían las alas de los seres al rozarse unas con otras, y las ruedas que estaban junto a ellos; el ruido era como el de un gran terremoto. El poder de Dios me levantó y me sacó de allí, y yo me fui triste y amargado, mientras el Señor me agarraba fuertemente con su mano. 

Y llegué a Tel Abib, a orillas del río Quebar, donde vivían los israelitas desterrados; y durante siete días me quedé allí con ellos, sin saber qué hacer ni qué decir.




Un ángel anuncia el nacimiento de Juan el Bautista

 Entonces se dieron cuenta de que había tenido una visión en el santuario, pues les hablaba por señas. Y así siguió, sin poder hablar. Cumplido el tiempo de su servicio en el templo, Zacarías se fue a su casa.Después de esto, su esposa Isabel quedó encinta, y durante cinco meses no salió de casa, pensando:“Esto me ha hecho ahora el Señor para librarme de mi vergüenza ante la gente.”








En el tiempo en que Herodes era rey de Judea, vivía un sacerdote llamado Zacarías, perteneciente al grupo de Abías.Su esposa, llamada Isabel, descendía de Aarón. Ambos eran justos delante de Dios y cumplían los mandatos y leyes del Señor, de tal manera que nadie los podía tachar de nada. Pero no tenían hijos, porque Isabel no había podido tenerlos.

 Ahora eran ya los dos muy ancianos. Un día en que al grupo sacerdotal de Zacarías le correspondía el turno de oficiar delante de Dios, según era costumbre entre los sacerdotes, le tocó en suerte a Zacarías entrar en el santuario del templo del Señor para quemar incienso.Y mientras se quemaba el incienso, todo el pueblo estaba orando fuera. En esto se le apareció un ángel del Señor, de pie al lado derecho del altr del incienso. 

Al ver al ángel, Zacarías se echó a temblar lleno de miedo.Pero el ángel le dijo:
–Zacarías, no tengas miedo, porque Dios ha oído tu oración, y tu esposa Isabel te va a dar un hijo, al que pondrás por nombre Juan.Tú te llenarás de gozo y muchos se alegrarán de su nacimiento, porque tu hijo va a ser grande delante del Señor. No beberá vino ni licor, y estará lleno del Espíritu Santo desde antes de nacer. Hará que muchos de la nación de Israel se vuelvan al Señor su Dios.Irá Juan delante del Señor con el espíritu y el poder del profeta Elías, para reconciliar a los padres con los hijos y para que los rebeldes aprendan a obedecer. De este modo preparará al pueblo para recibir al Señor.

 Zacarías preguntó al ángel:
–¿Cómo puedo estar seguro de esto? Porque yo soy muy anciano, y mi esposa también.

 El ángel le contestó:
–Yo soy Gabriel, y estoy al servicio de Dios. Él me ha enviado a hablar contigo y a darte estas buenas noticias.Pero ahora, como no has creído lo que te he dicho, vas a quedarte mudo; y no volverás a hablar hasta que, a su debido tiempo, suceda todo esto.Mientras tanto, la gente estaba fuera esperando a Zacarías y preguntándose por qué tardaba tanto en salir del santuario.Cuando por fin salió, no les podía hablar.


Llamamiento de Isaías

 El año en que murió el rey Ozías,vi al Señor sentado en un trono
 muy alto; el borde de su manto llenaba el templo.Unos seres como de fuego estaban por encima de él. Cada uno tenía seis alas. Con dos alas se cubrían la cara, con otras dos se cubrían la parte inferior del cuerpo
y con las otras dos volaban.Y se decían el uno al otro“Santo, santo, santo es el Señor todopoderoso;toda la tierra está llena de su gloria.”
Al resonar esta voz, las puertas del templo temblaron, y el templo mismo se llenó de humo.Y pensé: “¡Ay de mí, voy a morir!He visto con mis ojos al Rey, al Señor todopoderoso; yo, que soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo de labios impuros.”
 En ese momento, uno de aquellos seres como de fuego voló hacia mí. Con unas tenazas sostenía una brasa que había tomado de sobre el altar,me tocó con ella la boca y me dijo:

“Mira, esta brasa ha tocado tus labios.
Tu maldad te ha sido quitada,
tus culpas te han sido perdonadas.”
 Entonces oí la voz del Señor, que decía:
“¿A quién voy a enviar?
¿Quién será nuestro mensajero?”
Yo respondí:
“Aquí estoy, envíame a mí.”
Y me dijo:
“Ve y dile a este pueblo:
‘Por más que escuchéis, no entenderéis;
por más que miréis, no comprenderéis.’
Entorpece la mente de este pueblo;
tápales los oídos y cúbreles los ojos
para que no puedan ver ni oir,ni puedan entender,para que no se vuelvan a míy yo no los sane.”
 Yo le pregunté:
“¿Cuánto tiempo durará esto, Señor?”
Y él me contestó:
“Hasta que las ciudades queden destruidas
y sin ningún habitante;hasta que las casas queden sin gentey los campos desiertos,y el Señor haga salir desterrada a la gente,y el país quede completamente vacío.Y si aún queda una décima parte del pueblo,también será destruida,como cuando se corta un roble o una encinay solo queda el tronco.”(Pero de ese tronco saldrá un retoño sagrado).




Vocació del profeta Samuel


        Samuel
El Señor llama a Samuel:El joven Samuel seguía sirviendo al Señor bajo las órdenes de Elí. En aquella época era muy raro que el Señor comunicara a alguien un mensaje; no era frecuente que alguien tuviera una visión.Pero un día Elí, que había comenzado a quedarse ciego y no podía ver bien, estaba durmiendo en su habitación.Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde se encontraba el arca de Dios.La lámpara del santuario seguía encendida.Entonces el Señor lo llamó:–¡Samuel!e

–¡Aquí estoy! –contestó él.Luego corrió adonde estaba Elí, y le dijo:–Aquí me tienes, ¿para qué me querías?
–Yo no te he llamado –contestó Elí–. Vuelve a acostarte.
Entonces Samuel fue y se acostó. Pero el Señor lo llamó otra vez:
–¡Samuel!  Samuel se levantó y fue junto a Elí, diciendo:
–Aquí me tienes, ¿para qué me querías?
–Yo no te he llamado, hijo mío –respondió Elí–. Vuelve a acostarte.
Samuel no conocía al Señor todavía,f pues él aún no le había manifestado nada. Pero por tercera vez llamó el Señor a Samuel, que se levantó y fue a decirle a Elí:

–Aquí me tienes, ¿para qué me querías?
Elí, comprendiendo entonces que era el Señor quien llamaba al joven le dijo:
–Ve a acostarte, y si el Señor te llama, respóndele: ‘Habla, que tu siervo escucha.’
Entonces Samuel se fue y se acostó en su sitio Después llegó el Señor, se detuvo y lo llamó igual que antes:
–¡Samuel! ¡Samuel!
–Habla, que tu siervo escucha –contestó Samuel.   El Señor le
dijo:Voy a hacer algo en Israel que hasta los oídos le dolerán a todo el que lo oiga. Ese día, sin falta, cumpliré a Elí todo lo que le he dicho respecto a su familia. Le he anunciadog que voy a castigar a los suyos para siempre, por la maldad que él ya sabe; pues sus hijos me han maldecidoh y él no los ha reprendido. Por tanto, he jurado contra la familia de Elí que su maldad no se borrará jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas. Después de esto, Samuel se acostó hasta la mañana siguiente, y entonces abrió las puertas del templo del Señor. Samuel tenía miedo de contarle a Elí la visión que había tenido, pero Elí lo llamó y le dijoSamuel, hijo mío!

–Aquí estoy –respondió él. Elí le preguntó:
–¿Qué es lo que te ha dicho el Señor? Te ruego que no me ocultes nada. ¡Que Dios te castigue con durezai si me ocultas algo de todo lo que te ha dicho! Samuel le declaró todo el asunto, sin ocultarle nada, y Elí exclamó:
–¡Él es el Señor! ¡Hágase lo que a él le parezca mejor! Samuel creció, y el Señor le ayudó y no dejó de cumplir ninguna de sus promesas. Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba,j reconoció que Samuel era un verdadero profeta del Señor. Y el Señor volvió a revelarse en Siló,k pues allí era donde él daba a conocer a Samuel su mensaje.